Será pronto.
No sé dónde ni cuándo.
Tampoco sé cómo.
Solo sé que será pronto.
Un pronto que es a la vez
eternidad y parpadeo.
Porque no se mide
con hojas de calendario
o de las estaciones,
sino con abrazos vacíos,
caricias al aire,
besos dormidos.
Será pronto.
Un pronto que puede ser
un segundo
o una hora, un año, un siglo.
Porque no se rige
por los latidos del reloj
o del corazón,
sino por las ausencias,
los sueños rotos,
los silencios infinitos.
Será pronto.
No importa dónde,
ni cuándo ni cómo.
Sólo sé que será pronto.
Un pronto que es un deseo.
O mejor, una promesa.
©Verónica Malah