Dos Almas

Para Emma. Para Morena.

Había una vez, dos almas muy luminosas que vivían en el Cielo. Estaban siempre juntas, riendo y cantando. Eran inseparables.
Un día, Dios las llamó y les dijo:
-He decidido enviarlas a la Tierra. Tienen una misión que cumplir. Pero como saben, allá las almas, por ser muy frágiles, no pueden estar al desnudo, deben estar encerradas en cuerpos que las protegen y que abandonan al regresar. Ustedes se convertirán en dos hermosas niñas.
Las almas estaban contentas.
-¡Qué lindo! ¡Estaremos juntas en la Tierra!
Pero Dios negó.
-Bajarán juntas a la Tierra, pero una vez allí deberé separarlas. Hay dos familias que las están aguardando con gran ansiedad. Ellas las cuidarán y amarán y serán muy felices.
– Pero no queremos estar separadas, dijeron las dos almas y notaron con asombro que su luz era más débil. 
Dios les explicó: – Cuando un alma esta triste, su luz pierde intensidad. Ustedes están tristes, porque las separaciones siempre son dolorosas. Pero será por poco tiempo y volverán a estar juntas.
Y suspirando, agregó: – Cuando ustedes partan, sus familiares sentirán una tristeza tan grande que la luz de sus almas se apagará. Pero si llevan a cabo su misión, la luz que ustedes irradien será tan intensa que, aunque ellos no puedan verlas, sentirán su presencia y lentamente volverán a iluminarse. Aprenderán la lección más difícil pero más importante de todas: que el amor incondicional sobrevive a la ausencia, al tiempo, a la distancia. Que el verdadero amor es eterno. Y cuando estén preparados, ellos vendrán a su encuentro.
La luz de las almas volvió a brillar. 
-¿Y cuál es nuestra misión?
– Se los diré en el camino.

Entonces las dos almas bajaron a la Tierra. La primera en nacer fue Morena, seguida cinco días más tarde por Emma. Y tal como Dios había predicho, ambas crecieron sanas y felices, amadas por sus familiares y amigos, irradiando su luz y alegría sobre quienes las rodeaban. Pasaron los años…
Una noche, mientras dormían, Dios les susurró en sus sueños: “Han superado mis expectativas. Pronto llegará la hora de partir. No tengan miedo, confíen en mi”
Y así fue como, con tan solo un mes de diferencia, esas dos hermosas niñas partieron, demasiado rápido, demasiado pronto, sumiendo a sus familias en un profundo dolor.
Hoy sus cuerpitos descansan muy cerca uno del otro, pero sus almas han vuelto a encontrarse en el Cielo. Y como antes, están siempre juntas, riendo y cantando. Pero su luz brilla con mayor intensidad porque han cumplido con éxito su misión: brindar a todos su inmenso amor.

© Verónica Malah

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