Deseas detener el tiempo,
aunque sea retrasarlo,
que las horas duren días,
que los meses duren años.
Pero el tiempo se diluye,
se desliza entre tus manos,
se desparrama en tu cuerpo
en el que habita un extraño.
Y sentís pesar los huesos
que en cristal se transformaron
capaz de pulverizarse
al más mínimo contacto.
Y en la carne antes tan firme
se hunde el miedo como en barro,
y la piel es un jardín
que el dolor va marchitando.
Deseas rescatar los sueños
que en el olvido quedaron,
aquellos que no cumpliste
y los que aún no has soñado.
Pero el tiempo te aprisiona,
te estrecha fuerte en sus brazos,
te arrastra hacia la otra orilla
del mar que estás navegando.
Y mirás huir los sueños
hacia un pasado lejano,
y la esperanza naufraga
en un futuro velado.
Y el tiempo no se detiene,
el tiempo sigue avanzando,
el extraño que te habita
va invadiendo, paso a paso.
Y lo sentís una a una
tus defensas desarmando,
colonizando rincones
ni siquiera imaginados.
Y sabés que ya no hay forma
de que puedas derrotarlo,
porque él es parte de vos,
sos uno con ese extraño.
Y a veces, aunque lo niegues
aunque no lo has confesado,
deseas fundirte en el tiempo
para así poder matarlo.
©️ Verónica Malah